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  • Jair Velasco

Concurso de ensayo 2022 I.E. Marcelino Champagnat: Primer puesto


La obsesión con la belleza y la perfección.

JULIANA RAMíREZ MOLINA, 11B


Todos en algún punto de nuestras vidas comenzamos a preocuparnos por nuestra apariencia física, buscar en el espejo un reflejo de nosotros mismos que se adapte en su mayoría a nuestros gustos y a los de las demás personas. Entonces, si cada persona percibe la belleza de manera distinta ¿a qué perfección estamos buscando acercarnos?


Ya que para nadie es un secreto que no a todos nos va a satisfacer el aspecto de una persona en particular, pero por el simple hecho de obtener un par de halagos más, nos adentramos a un mundo lleno de ambiciones donde nos esforzamos por disminuir esa brecha entre lo que es una apariencia “perfecta” y la que no encaja en este tipo de sociedad. Lo primordial es yo sentirme guapo para tener la confianza de que las demás personas van a verme de la misma manera y así obtener la aceptación pedida. Hay que destacar que aunque no existe algo como la “perfección” lo que más o menos pensemos que se asimile a ella, es lo correcto, incluso si en este caso es por las opiniones positivas de los demás.


Ciertamente, eso que empezó como una “preocupación” si no se tiene cuidado, se convierte en una obsesión que, como dice el Diccionario Real de la lengua española (RAE) significa: “Perturbación anímica producida por una idea fija” lo cual es un pensamiento constante que tiene como consecuencia una presión sobre el hecho de buscar los métodos más eficientes para obtener resultados que nos logre redimir del rechazo al que podemos ser expuestos.


Por otro lado como dice la Doctora María Soledad Humbert Escario “La dismorfofobia o trastorno dismórfico corporal es una patología que va más allá de la obsesión por la belleza y la imagen corporal. Esta preocupación excesiva está a la orden del día en una sociedad que da más importancia de la que debería a la juventud, la estética y la salud, poniendo estos tres factores al mismo nivel.” El llegar a este nivel en donde intervienen varios factores como lo son: la presión social, la baja autoestima, la sociedad y el entorno en el que vivimos, etc. Nos hace estar más seguros de que este tipo de situaciones se dan más en la etapa de la adolescencia que pueden llegar incluso al punto de no pensar en las consecuencias que pueden traer consigo como por ejemplo: el exceso de maquillaje, mascarillas caseras y dietas sin supervisión médica, cirugías plásticas, rellenos estéticos, etc.


Personalmente, he llegado a un punto en el que ya no quiero y no me siento a gusto, ni segura, al salir de mi casa sin maquillaje. Comencé a usarlo por gusto y al ver que podía mejorar o disimular algunos rasgos de mi cara con los cuales no me sentía conforme me llevó a la necesidad de aplicarme cada vez más, ocasionando que mi piel tuviese más acné y su textura empeorara, lo cual no había hecho que dejara de usar menos productos, al contrario, utilizaba aún más para intentar cubrir esas imperfecciones y por supuesto, sin éxito alguno.


El tiempo que duro viéndome en el espejo pasó fácilmente de ser solo unos minutos a ser horas en las cuales me detallo el cuerpo y el rostro, porque sí, mi inconformidad ha pasado a incluir casi todo mi cuerpo ya sea: el tamaño de mi cintura, lo ancho de mi espalda, la forma de mis pies, el color de mi tez o el color de mis ojeras.


Es simple, si me miro en el espejo y me veo bella, espero y pienso que los demás me estén viendo de la misma manera. Aunque, si alguna persona da su opinión sobre mi cara o cuerpo, sé que voy a intentar replantearme nuevamente como me veo y cambiar para acercarme aún más a los estereotipos de esa persona, busco aceptación diaria y conozco lo difícil que es el maquillarme como siempre y ya ni siquiera sentirme bien con ello, dando principio gradualmente a expandir mi búsqueda de productos con mayor cobertura y que son en su mayoría, no aptos para mi tipo de piel.


Las comparaciones que hago con las personas de mi entorno y que cumplen con los estándares de belleza que quiero para mí, parecen no tener fin, envidiando el color de cabello, la altura o el timbre de voz creyendo firmemente que me sentiré mejor si tuviese esos atributos.


Detestar cada parte de mi existencia física es un desafío interno conmigo misma que vivo a diario y que intento ocultar de muchas maneras. Mirarme en el espejo se ha convertido también en una tortura, cuando no encuentro solución a lo que veía “bien” días antes, la presión en mi pecho es cada vez más fuerte pero sigo sin querer detenerme, el pensar en las miradas que pueden dedicarme los demás al tener mi rostro sin una gota de maquillaje me quita inmediatamente el sueño e incluso el hambre.


En conclusión, la obsesión por la belleza y la perfección inicia por nosotros mismos, imponiendo primero nuestra percepción de la belleza hasta llevarla al extremo, además de conllevar seriamente a una enfermedad patológica que afecta gravemente nuestras vidas en el aspecto que consume gran parte de nuestro tiempo y perjudica nuestra salud por los actos arriesgados que realizamos, evidenciándose con mayor facilidad en los jóvenes.


Además de que nos vuelve infelices tanto por dentro como por fuera, ya que se puede ver claramente la cadena sin fin que conllevan estas actitudes y pensamientos ambiciosos, insatisfechos y vulnerables. Aunque sin ánimo a detenernos por los interminables resultados que de cierta forma, nos tranquilizan. En comparación con los efectos que conllevan los métodos que usamos para acercarnos a lo que llamamos “perfección”.


BIBLIOGRAFIA:




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