Para Él: donde esté… ¿¡si está!?
(Basado en una historia real)
Uno de estos días del año mientras el asueto hace presencia oportuna, posterior a la jornada escolar, las remembranzas ondean en los parajes de la memoria: cofre donde se asientan las múltiples vivencias como lianas anudándose en los intersticios de las conexiones sinápticas…
El maestro, en sus iniciales escarceos pedagógicos, hace acopio de su bienintencionada vocación, sostenida en ambientes donde concurren innúmeras experiencias de vida; la pulsación que genera ejercer su oficio, rescata del fondo de su morral de historias, una de aquellas desde las cuales intentar aleccionar a quienes le son cercanía y desafío permanentes: sus colegas estudiantes.
La bitácora evocada aparece en su modesta presentación:
Contexto: colegio.
Asistencia: puntual.
Motivación: óptima.
Preparación: adecuada.
Espacio: deseado.
Ambiente: propicio.
Año: 2008.
Institución Educativa:…(expresión falta de calidez; atiende el formalismo de la tecnicidad vuelta norma; me encanta la palabra ESCUELA, un poco menos la palabra colegio. Así me ocurre con la palabra “descanso”; la encuentro emparentada a la etiqueta; diferente la palabra RECREO, suelta, desafiante, maravillosa…).
Digresión en breve: ESCUELA…RECREO… El paso de los días, meses, semanas, años, han tornado el tiempo un visitante de trotes cotidianos. El toque de la campana ha cedido el paso al tono del timbre. Campana y timbre resumen, en el extremo, la balanza de aquello por mantener, la urgencia de aquello por renovar. Entre campana y timbre se abre una senda factible de interpretación de lo pendiente por asumir como narrativa en el hiato de lo que el sonido provocaba y de lo que, ahora, provoca. Campana para el recreo…Timbre para el descanso…
De nuevo:
Institución Educativa: alguna de las veintinueve (29) oficiales con que cuenta el municipio.
Día: cualesquiera de la semana.
Grado: noveno.
Lugar: gradas cancha de basquetbol.
Hora: recreo.
Alumno: XYZ
Conversa:
-Profe, buenos días; ¿puedo charlar con usted?
-Claro, adelante; me parece enriquecedor compartir el descanso con una buena “comadriadita”.
-¿Cómo le ha ido, profe?
-Bien, para no preocuparlo (no sabe que a mi padre recién le han diagnosticado Alzheimer). Aquí intentando acompañar las horas vivas de estas chicas y estos chicos que me fueron confiados por los padres y por los directivos. ¿Y usted, qué tal, cómo va todo? Tengo entendido que hace poco se vinculó al colegio…
-Profe, ahí llevándola. Haciendo de tripas corazón, como se dice.
-Hummm… ¿más tripas o más corazón?
-Cualquier tumba es igual, al menos para mí.
-Ajá, ¿Cómo es eso, hombre?
-Caras vemos, corazones no sabemos, le escuché a una tía un tiempo atrás.
-Vaya, ¡conoce usted refranes! Para no desentonar: ¿Qué mano cruel, qué honda pena?
El joven escolar queda pensativo. Un silencio, levemente prolongado, alarga la sensación de incógnita. Lágrimas emergentes se anuncian en el fondo de sus ojos.
-Si le contara, profe…
-¿Alguna dificultad académica, un amor no correspondido?
-Ojalá fuera eso. Soy yo, profe…o…no sé…pueden ser cosas mías.
-¿Qué podría provocarle esa tristeza? Tengo entendido que usted despierta atractivo entre algunas de las chicas del colegio; murmuran que es un chico apuesto, casi el personaje perfecto salido de una serie de manga…
-Nadie sabe lo de nadie, profe. A veces siento que esta tristeza es cercana a la “depre” total…
-¡Tanto así, hombre!
-Sí, señor, tanto así. Incluso he sentido el impulso de quitarme la vida.
-Empieza usted a preocuparme, joven. Debe ser un asunto delicado como para llegar a considerar dicha opción…
-¡Ay, profe! La vida, muchas veces, es injusta para unos.
-Pero eso nos sucede a todos: hay momentos de soledad y momentos de compañía; hay momentos de dicha y momentos de amargura; hay momentos de amor y momentos de desamor.
-Por supuesto, profesor. Lo que sucede es que si la soledad, la amargura y el desamor provienen de quienes deben amarnos la vida, a ese paso, pierde todo sentido.
-¿Lo dice por algo en particular?
El muchacho se sonroja, limpia sus lágrimas con el dorso de la mano y declara a renglón seguido, desde el fondo desgarrado de su experiencia de vida:
-Profe, le cuento a usted porque me da confianza. Mi madre se juntó hace unos años con un señor. Este señor, cuando ella no estaba en casa, me abusaba. Varias veces se lo dije; y vecinos que notaban actitudes extrañas del padrastro, también se lo comentaron. Ella nunca me creyó. Denunciado el tipo por quienes consideraban vergonzoso y cómplice el comportamiento de mi madre, fue condenado a prisión.
-Supongo que su señora madre, finalmente le dio a usted la razón.
-Qué va, profe; a mí siempre me dio rabia que ella no le faltaba a él con la visita, cada ocho días, a la cárcel.
-No me diga, hombre. Eso ya es adoptar una actitud censurable. Preferir a quien había sido su compañero por sobre su hijo afectado…voy entendiendo su desilusión y sus pensamientos.
Mientras él mastica un dulce a medio consumir, una sombra de duda cruza por nuestra conversa; presumo, falsamente, que el diálogo ha agotado sus alcances… retoma la palabra y comunica con aparatoso dolor:
-Pero, profe, lo que más me ha dolido, lo que más me llega al fondo del corazón, aquello por lo que mantengo decepcionado y hundido, es que una vez que el tipo ese salió de la cárcel, mi mamá lo recibió y aceptó que viviera otra vez con nosotros…
-…Silencio…
Autor:
Clarice Lispector
Corolario:
Con esta narración breve (basada, como se afirmó, en hechos reales), rindo sentido homenaje a mis colegas maestros y maestras que, día a día, reivindican su labor en medio de la adversidad, en medio de la tragedia, en medio de la esperanza.
Que nuestras luchas en la calle sean, a la vez, nuestras escuchas en el aula; que nuestros gritos en la plaza sean, también, nuestras voces en la escuela; que nuestras batallas por derechos se entiendan como litigios en favor de la vida.
Así, estaremos en el horizonte de intentar entregarnos condiciones que nos hagan Maestros y Maestras permeables al saber, vulnerables al afecto. Saber y amor como vestido que portamos en el ejercicio de esta bella labor cuyos lujos avanzan por otras vías: el acompañamiento persistente, tenaz, conmovedor e inamovible por nuestros alumnos y por nuestras alumnas.
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